Ha llegado a mis manos recientemente el cuento “el vacío” de Anna Llenas, es un cuento precioso sobre las emociones, yo lo recomendaría para niños a partir de 5 años. A esta edad, normalmente ya han experimentado algún tipo de pérdida en su vida, bien sea de algún familiar o una mascota, o de un amigo por un cambio de centro escolar o mudanza.
Sin querer destrozar el argumento, el tema básico que sustenta el cuento, es la manera que tenemos las personas de gestionar el vacío provocado por una pérdida. En el libro se ve claramente reflejado por un agujero que tiene el protagonista en la tripa. He disfrutado su lectura porque, como os comenté en otro post, a los niños les es más fácil imaginarse lo que les planteamos de una manera visual y un agujero es la mejor manera de plasmar el tema del que estamos hablando.
Vivimos en una cultura que no soporta el dolor, ni el malestar de ningún tipo. Si me duele la cabeza, o alguna parte del cuerpo me tomo en seguida una pastilla para paliar el dolor. Para acallar acontecimientos dolorosos del pasado, me pueden recetar otro tipo de pastillas que me mantienen en un equilibrio emocional artificial. Si me deja mi pareja, un “amigo” me dirá que lo mejor es salir a emborracharme y me incitará a que conozca a los famosos “amores de barra” para no pensar y llenarme de situaciones fáciles que me diviertan temporalmente…
Solemos distraer la atención sobre la tristeza con distractores de cualquier índole, tipo material o de consumo.
De hecho, si mantengo mi tristeza y lo plasmo en un estado bajo de ánimo durante varios días, me daré cuenta que hay menos personas que quieran estar conmigo si estoy triste a si irradio alegría por todos los poros. A nuestra cultura no le gustan las emociones negativas. Pero, la cuestión es… si siempre tapo el dolor, ¿Cómo voy a poder aprender a gestionarlo? y ¿Cómo enseñamos a los niños a lidiar con el dolor?
No creo que exista una única manera de manejarlo. Lo primero de todo es no sobreprotegerles, ya que el dolor, es una condición inherente a la vida. Si siempre que ocurre algo importante en el núcleo familiar, intentamos tapárselo al niño para que no lo vea y no lo sienta, le dejamos sin espacio para poder empezar a experimentar pequeños acontecimientos de carga negativa y su gestión personal.
Creo que es importante no intentar despistarle con otro acontecimiento, o compensarle por su pérdida con algún regalo o objeto material. El mensaje que les tenemos que dar es, entiendo tu tristeza, y estoy contigo si me necesitas. Es importante no negarles su sentimiento con un “no pasa nada”, si están tristes, necesitan de los adultos que les ayudemos a aceptar su vacío.
La manera en que las personas gestionamos el dolor, va a condicionar que se convierta en sufrimiento o siga siendo dolor. Me explico, ante un hecho objetivo que nos produce daño, por ejemplo, un desaire por parte de una persona a la que quieres, si nosotros rumiamos la situación una y otra vez, nos imaginamos mil alternativas posibles de respuesta que podíamos haber hecho y no hicimos. Si empezamos a recordar todos las veces que esa persona y otras nos han hecho sentir pequeñas por desaires de ese estilo… convertimos un hecho objetivo que produce dolor, en sufrimiento.
Pero, ¿qué podemos hacer entonces ante eso? ¿Qué función tienen las emociones en esa situación? La respuesta la plasma de una manera genial la película “Inside out” (Del revés). Quizá necesitemos una cantidad determinada de tristeza o malestar en nuestras vidas para cambiar una situación que no nos gusta. La ira sabe mucho de eso. Volviendo al ejemplo anterior, si durante x ocasiones, esa persona sigue haciéndome desaires y no parece que vaya a parar, a lo mejor me viene bien un poquito de ira para poder plantarle cara y ponerme en mi sitio porque de forma neutra no me veo con la suficiente entereza para hacerlo.
Todas las emociones son necesarias, incluso las que nos producen malestar. Somos personas, y vivimos en equilibrio, tenemos altibajos emocionales de alegría y de tristeza también, porque, de forma objetiva, siempre ocurren sucesos en la vida que nos producen pesar, pero dependiendo de nuestra manera de gestionarlo, se convierten en tristeza o en aprendizaje constructivo.
Es aquí donde nos necesitan los niños, pero para poder ayudarles mejor, es interesante hacerse una reflexión personal antes…¿Cómo gestiono yo mismo el dolor?